CRÍTICA DE FÉLIX CERRADA1
ESTUDIOS FUNDAMENTALES DE PATOLOGÍA MÉDICA, por don Félix Aramendía y Bolea, catedrático numerario de la Facultad de Medicina de Zaragoza.
Con este título hemos recibido un elegante volumen de 350 páginas, esmeradamente redactado y escrito para contentamiento de los que se dedican a la ciencia de las enfermedades.
Estilo correcto, enunciación clara, criterio uniforme, erudición discreta y extensa: tales son las condiciones generales que resultan en cada una de sus páginas.
Con el objeto de que nuestros lectores puedan formar una ligera idea de este libro, vamos a exponer brevemente el juicio que su lectura nos ha sugerido. Y no nos permitiríamos seguramente, formar una crítica que pudiera parecer apasionada, tratándose de nuestro compañero de redacción, si no nos animase la idea de que nuestra opinión es simplemente un sumando en el juicio definitivo que de este libro haya de formarse.
Comienza por el origen de las ciencias que funda en la satisfacción de nuestras más nobles necesidades, y después de una ojeada retrospectiva en la que se manifiesta la unidad primitiva de la ciencia por la escasez de nociones, indica las primeras y subsiguientes divisiones de la materia del conocimiento, para demostrar, en un párrafo llenos de erudición y de buen sentido crítico, los inmensos adelantos realizados, merced a esa distribución del trabajo, a que han dado margen a las subdivisiones de las ciencias naturales. Esto, no obstante, levanta la voz de alerta ante la monomanía de las especialidades que conducen con sus exageraciones a la disgregación de fenómenos que se hallan naturalmente comprendidos dentro de un cuerpo científico.
Estudia en el artículo siguiente, la influencia que en el progreso y conocimiento de las ciencias han tenido las condiciones generales inherentes a las sociedades durante su evolución. La especial naturaleza de los hechos científicos, fue siempre condición influyente en el procedimiento cognoscitivo, llega, naturalmente, a demostrar la importancia del método en la adquisición de los conocimientos humanos. Señala el papel que juegan el análisis y la síntesis como métodos científicos, y, a pesar de ser un tema tan manoseado estudia de un modo tan oportuno lo que pudiéramos llamar organización propia de dichos procedimientos metodológicos generales, indica con tal exactitud sus funciones en aplicación al estudio y enseñanza de la ciencia de las enfermedades y demuestra cómo la de la unión y alternativa aplicación de ambos métodos resulta la ciencia con los caracteres necesarios de unidad en su conjunto y ordenada distribución en sus hechos, que bien puede afirmarse, que el autor ha restaurado el antiguo edificio metodológico adornándolo con las correctas y elegantes líneas del propio estilo. Como digno remate de este estudio, se hallan algunas consideraciones en que después de demostrar la importancia de la experimentación en las sociedades biológicas en general y en la Fisiología y Patología en especial, expone las reglas a que debe sujetarse tan precioso y delicado medio investigatorio.
Si es necesaria la noción de la vida para la noción de la salud y es ésta fundamental para el concepto de enfermedad, preciso es caminar por grados y ver si un acuerdo en las primeras nos conduce idénticas consecuencias. Tal es el sencillo razonamiento que el Sr. Aramendía se apoya para incluir en su libro la dilucidación de los importantes problemas que se encierran bajo las palabras, vida, salud y enfermedad.
En el estudio de la vida, después de demostrar la ineficacia de las definiciones que de ella se han dado, de examinar la ingeniosa fórmula del remitente Dr. Letamendi, de someter a una detenida crítica las investigaciones demasiado concretas en que el célebre Bernard ha basado sus estudios acerca de este punto y de justipreciar las eternas luchas entre vitalistas y organicistas, entre psicólogos y fisiólogos, afirma la esterilidad de estos debates acerca de una cosa por su propia naturaleza incognoscible y se acoge bajo los pliegues de la bandera que tremola el moderno positivismo científico, que considera la vida como un hecho cuyas condiciones de existencia es necesario investigar.
Demuestra el autor en el artículo V, que dedica a la enfermedad en general, la imposibilidad de su conocimiento esencial y lo infructuoso de las definiciones que han tomado por base su naturaleza íntima. En este punto el autor expone la mayoría de las definiciones que han producido las escuelas y sus autores. Plantea los términos de este conocimiento con admirable claridad, con gran unidad de criterio con espíritu profundamente positivo, y después de haber demostrado que la salud y la enfermedad son estados que se realizan sin cambio insustancial en el ser y que es imposible establecer concreta divisoria entre tan opuestos estados, presenta y defiende su lacónica definición, que si no se halla exenta de inconvenientes, tiene las incontestables ventajas de no prejuzgar nada acerca de la esencia del estado morboso y de expresar con concisión lo que los autores dicen en largas y enojosas definiciones descriptivas.
En el capítulo en que se ocupa de la especie morbosa en general, sobresale principalmente por su sabor didáctico que vela en la claridad, concisión y método con que están expuestas las ideas. Ocúpase en primer término de precisar la verdadera significación de la especie morbosa o tipo ideal, como le llama, al cual han de referirse los estados páticos concretos.
Estudia a continuación los elementos morbosos; y después de admitir como tales aquello que todas las enfermedades tienen de fijo y de comun, hace un razonado descarte de las acepciones que este punto de la ciencia ha merecido en las escuelas que han sustentado y sostienen hoy hombres tan eminentes como Thémison, Bernard, Alguié, Forget, Sonneret, Santero, etc, divide los elementos morbosos en primitivos y consecutivos, y hace inmediatamente el estudio partticular de cada uno; en este punto expone de tan plausible manera su respectiva intervención en la integración de la especie morbosa que al finalizar esta parte del libro, no puede menos de olvidarse cierta falta de rigorismo lógico que resulta al admitir el elemento terapéutico entre los componentes de la especie morbosa, en gracia de la feliz conjunción con que realiza el proceso constitutivo y cognoscitivo de la misma.
Termina este capítulo ocupándose de dos cuestiones importantes: la nomenclatura, cuyos defectos señala y cuyo paliativo actual encuentra, didácticamente considerada la cuestión, en la exposición de una bien criticada sinonimia y del asunto de la especificidad de las enfermedades, punto en el que niega la especificidad clínica, que después de todo, puede subordinarse constantemente a la cualidad específica de la causa.
Y esto dice Jaccound: Nada ilumina con más claridad el estudio de la evolución y progreso de las ciencias, que el análisis de sus clasificaciones; y es que la ciencia debe constituir un conjunto visible en sus detalles y esta condición sólo puede llenarla esa función del método que se llama clasificación. Así lo ha comprendido y demostrado el autor quien dedica a este asunto la parte más importante sin duda de su libro.
Establece, en un capítulo previo, las bases a que ha de sujetarse la determinación de las categorías nosotáxicas.
Niega la existencia de las enfermedades esenciales.
Estudia inmediatamente los atributos que dan a las enfermedades un carácter más fundamental y que representan con condiciones de la mayor universalidad y los encuentra en la localización en primer término y en la naturaleza de la lesión en segundo, llegando a impulsos de sistemáticos razonamientos a la afirmación atrevida y radical de que todas las enfermedades tienen localización determinable. Tan absoluta conclusión bien merece ser tratada con gran detenimiento; nos lo veda nuestra subordinación al limitado espacio de un artículo bibliográfico; diremos, no obstante, que defiende el Sr. Aramendía su opinión, con tal fuerza de lógica y la lleva tan al último extremo en sus aplicaciones ulteriores, que bien puede considerarse al autor como el más fuerte e inquebrantable paladín de la escuela anatómica.
No hemos de entretenernos en una crítica detenida del extenso e interesante capítulo dedicado al estudio de la nosotaxia.
Ya el lector habrá juzgado que el Sr, Aramendía funda su clasificación de las enfermedades en un criterio exclusivamente anatómico y localizador; no a manera de Jaccoud, Nicaneyer, Diclatoy y casi todos los modernos autores de Patología médica, que en la clase de las enfermedades generalizadas se separan completamente del criterio topográfico para marcharse ya a la consideración de la causa del conjunto sindrómico que presentan los estados morbosos, sino llevando hasta las últimas consecuencias el fundamento primero y absoluto que le sirve de base para incoar este procedimiento metodológico.
En este importante artículo, el más importante y el más crítico, sin duda, de cuantos componen el libro del Sr. Aramendía, rinde pleito homenaje a todos los autores que en los tiempos pasados y presentes han dedicado sus poderosos esfuerzos a disquisiciones nosotáxicas; estudia, critica y desecha los principios de clasificación sustentados por diferentes médicos nacionales y extranjeros; examina con escrupulosidad y detenimiento, los métodos generales de clasificación más comúnmente admitidos, y después de poner de manifiesto sus inconvenientes, presenta su clasificación informada en el criterio topográfico exclusivamente; clasificación que si tiene el inconveniente de no colocarse constantemente en la realidad de las cosas, tiene las incontestables ventajas de ser unidad de criterio y de que constituye una sistematización perfecta en el asunto que hasta el presente ha oscilado a merced de los vientos encontrados de la investigación positiva.
En suma; el libro del Sr, Aramendía, que se halla informado un criterio eminentemente positivo, que estudia y resuelve los importantes problemas referentes a las constitución de la Patología médica, a que le prestan marcado sabor didáctico, la elegancia y claridad de la enunciación y que ha servido para que su autor ponga de relieve la extensión e intensidad de sus conocimientos científicos y la firmeza de sus convicciones médicas, ha venido a llenar una necesidad, tanto más sentida, cuanto que son muy pocas hoy las obras que se ocupan de estos asuntos, a pesar de la reconocida importancia que afectan y de la influencia decisiva que ejercen en el porvenir científico de los que se dedican al estudio de la medicina.
INFORME DE LA REAL ACADEMIA DE MEDICINA2
[p. 1r] Estudios Fundamentales de Patología médica: Nosotaxia; por
D. Felix Aramendía.
Esta obra revela en su autor estudios detenidos y no poca erudición y tendencia natural al análisis filosófico de las doctrinas médicas. En ella se propone establecer las bases de una buena clasificación de las enfermedades.
Comienza con una ligera excursión histórica sobre el origen de las ciencias y pasa luego a hacer consideraciones sobre el método que en ellas debe seguirse.
La cuestión del método es efectivamente tan digna de ser tenida en consideración cuanto que el método no es otra cosa que el ejercicio de la misma teoría que se trata de fundar con él. Reconocido el método se reconoce también la teoría que es su inspiradora manifiesta u oculta.
El Sr. Aramendía demuestra haber hecho laudables esfuerzos para adquirir respecto de este punto una instrucción profunda y a propósito para sugerirle una solución definitiva. No acredita sin embargo haber llegado / [1v] tan al fondo de la cuestión como vía indispensable para formar juicios bastante seguros con sano criterio.
Asienta que todo en la raza humana se esclarece por análisis pero no asienta con igual firmeza el postulado indispensable de esta ilustración analítica, los criterios sobre la cual debe recaer y sin cuya intervención recaería sobre ninguna [causa]. Debiera haber reconocido que en el pensamiento, es la síntesis tan indispensable como la análisis y que estas tesis no proceden menos de sus correlativas.
Por no haberse penetrado bastante de tal necesidad, por más que el autor reconoce la importancia científica de la síntesis la desvirtúa en cierto modo calificándola de tendencia y de acto consecutivo y aludiendo al análisis: “Tan pronto, dice, como el hombre ha reconocido por la aplicación y el estudio, un cierto número de verdades las agrupa en un solo haz, las reúne todas en un principio general formando una síntesis”.
Habla el Sr. Aramendía de síntesis y de análisis sin tener en suficiente consideración que /[2r] tratándose de síntesis y de análisis científicas se trata de procedimientos intelectuales e ideales, se hace un estudio lógico que puede cuadrar o no en el de la naturaleza pero que de suyo es abstracto y sintético en el sentido de referirse al todo pensante, y no a las cosas sensibles y [anteriormente] representadas. Si para el estudio de los fenómenos se necesita método esto quiere decir que el método es una ley y como el método consta de síntesis y de análisis y en el pensamiento puede ser desigualmente lo uno que lo otro, ambas formas se realizan en la naturaleza donde se sirven de límite mutuo en un momento dado y de limitación sucesiva en otros momentos distintos.
He aquí porqué solo puede producirse en la ciencia y la experiencia un uso legal y prudente de ambos métodos y esto es en suma lo que viene a aconsejar el Sr. Aramendía pero de un modo empírico y sin / [2v] elevarse a las consideraciones filosóficas que hacen necesario tal procedimiento.
Con este criterio trata de la experimentación como si fuera un método distinto y no una variedad, la variedad activa del procedimiento analítico que en su variedad relativamente pasiva se llama observación.
Aborda luego el problema de la vida rechazando el vitalismo ontológico pero sin aceptar tampoco de un modo franco el organicismo materialista. Sin decidirse en sentido alguno propone vagamente la regla de huir de los extremos; regla prudente admisible en un práctico; pero demasiado exigua para el que pretende esclarecer las generalidades de la ciencia donde se esperan naturalmente consideraciones más profundas.
Pretende el autor definir la vida y nada le es más fácil que encontrar defectos en todas las definiciones propuestas por los autores. Pero temiendo, con razón, ser tan desgraciado como los demás se abstiene de dar el mismo definición alguna. / [3r] No es extraño que tropiece en tan invencible escollo puesto que la definición de la vida es lo más fácil y lo más difícil de la ciencia según se la entienda. Si se intenta definir la vida experimental y práctica del organismo vegetativo, se intenta una quimera porque lo experimental y práctico se describe y no se define. Si se limita nuestra intención a definir la idea general de vida esta se define por su propia viviendo o sea realizándose en el espíritu donde sirve de tipo a todo viviente en la exterioridad real / [4r].
Doctrina muy sana encierra el siguiente párrafo que es el segundo del capítulo de la vida: “Cada paso de avance (de la biología) es acogido con indecible entusiasmo, haciendo exclamar a muchos que el problema está resuelto, porque se conforman sin duda con aplicaciones de alguno de sus términos que les halaga confundir con el todo, para moverse obligados a confesar que el remate de tan grandiosa construcción en lo que tiene de abstracto y absoluto, por escaparse a nuestros procedimientos de investigación, quedará siempre como un estímulo a nuestro deseo de saber y como una prueba de nuestra limitación en conocer”.
En estas frases se vislumbra una verdad que parecería más clara si se añadiera que nuestros procedimientos de investigación física o externa no solamente no alcanzan a lo abstracto sino que tampoco pueden alcanzar a todo lo concreto posible y si en fin se diera a entender que se comprendía bien la función viviente bajo uno de los aspectos de fenómenos y de ley.
Para dar el Sr. Aramendía una noción ya que no una definición de la vida descompone el organismo en sus elementos celulares, en los cuales encuentra tres órdenes de actos: unos de orden físico, otros eminentemente químicos y otros orgánico-vitales. En su concepto la nutrición celular es una serie de fenómenos físico-químicos; Se realizan en la organización actos en los cuales para nada debe intervenir la fuerza especial ideada por los vitalistas, y se realizan también otros en los que además de la organización hay que confesar que envuelve la vida algo desconocido, que sin ser una entidad dinámica, constituye un elemento digno de ser tomado en consideración. Todo esto acredita buen sentido más que no pueda nuca de ser vano el intento de separar dentro de la unidad individual unos actos puramente físico-químicos y otros físico-químico vitales; puesto que en suma todos deben serlo todo, y solo relativamente y por diferencias graduales pueden calificarse los unos en un sentido y los otros en sentido distinto.
Por lo demás el autor expone muy bien los sistemas antagonistas vitalismo y organicismo [según los tintes] más clásicos de ambas escuelas y opta por desechar [este] exclusivismo teórico, es decir por una práctica empírica aunque ilustrada prudentemente por la razón / [6r].
Al definir la enfermedad después de examinar y desechar las fórmulas de muchos autores concluye por proponer otra poco afortunada porque incluye en la definición lo definido; dice así “ Todo cuanto en la organización viviente sea anatómica o dinámica, se realice dentro de las oscilaciones normales corresponde al estado de salud y cuanto se verifique fuera de esas oscilaciones cae de lleno dentro del estado patológico”. Si hubiera el autor caído en la cuenta de que la enfermedad del organismo es una realidad correspondiente al tipo ideal que se forma en la mente con el nombre de […], hubiérale bastado para definirla tomar el [nombre] como género y distinguirle con la diferencia orgánico y sensitivo para designar el mal propiamente médico que se llama enfermedad y que si bien está relacionado con el mal de la inteligencia, difiere por el predominio decidido del primer aspecto / [6r].
Después de estos estudios que son los verdaderamente fundamentales entra el Sr. Aramendía en otros sobre los cuales no es preciso insistir tan detenidamente.
Habla de los tipos de enfermedad (especies morbosas) y de las enfermedades reales; consigna que las primeras son ideales y sin explicarse bien porqué los tipos patológicos son más imperfectos y difíciles de [poner], que las especies de seres animales, vegetales y aún minerales, considera ventajoso considerarlas desde el punto de vista de los elementos morbosos, cuya doctrina expone con bastante extensión. Admite como elementos la causa, la estructura anatómica, el asiento del mal, el síntoma, la evolución y la terapéutica y omite precisamente lo que con más propiedad puede llamarse descomposición elemental de una enfermedad determinada que es su correspondencia no con uno sino con dos
o más tipos de los establecidos en una nosología. Verdad es que admitiendo como base de clasificaciones distintas y simultáneas los elementos que cita no hay duda que nombra otros tantos tipos a los cuales pueden pertenecer en mayor o menor grado cuantos casos ocurren en la práctica / [6v].
Abordando el problema de las enfermedades esenciales concluye por negarlas resueltamente sosteniendo que siempre ha de haber lesión material visible o invisible, y con tal criterio procede a establecer las categorías noxotásicas, incurriendo así en la más asombrosa contradicción con todas las antecedentes consignadas en su obra y rompiendo con los propósitos de prudencia y de abstención de todo exclusivismo de que había hecho gala en capítulos anteriores. No hallan gracia ante su segur niveladora ni las enfermedades sensitivas ni aún los desórdenes del pensamiento. Adopta por exclusivismo sistemático un camino que le conducirá nada menos que a cambiar de derecho, si no de hecho los nombres de todas las neurosis, sustituyéndolos por organopatías tróficas y a calificar igualmente las diversas especies de vesanias no por sus manifestaciones o fenómenos propios sino como lesiones materiales y sensibles localizadas en tal o cual órgano.
Inútil sería insistir en los defectos de semejante clasificación, tan inesperada después de las premisas que el autor iba asentando, tan caprichosamente fundadas [7] sobre uno solo de los elementos patológicos establecidos por el mismo autor y tan solo a propósito para estrechar los horizontes clínicos y terapéuticos del alumno escamoteándole multitud de rasgos que debieran contribuir a darle cabal idea de las enfermedades humanas. No solamente se trata así de achicar y ocultar en vergonzoso lugar aquellos males cuyas lesiones características no se han comprobado por más que se sostenga con dogmática arrogancia que existen pero no se ven sino que se describen todo desde el punto de vista del fenómeno local huyendo como de la peste de la generalidad y de la ley que es precisamente lo esencial en toda descripción de funciones vivientes.
Sin dejar por lo tanto de aplaudir las buenas luces del Sr. Aramendía en laboriosidad y erudición, sus dotes de escritor y de expositor de la materia que estudia, no se puede considerar que haya llevado la solución de los problemas médicos a un grado de adelantamiento que constituya un progreso en la ciencia actual.
Con todo, obras de este género prestan ya suficiente / [7v] servicio recordando a unos doctrinas antes aprendidas enseñándolas de nuevo a otros, y suscitando en todos la actividad del pensamiento que tanto contribuye a sostener y fortificar las contribuciones científicas.
El Sr. Aramendía merece por lo tanto aplauso y consideración aún de aquellos que no participan en todo de su modo de pensar y las observaciones que quedan expuestas solo deben considerarse como esclarecimiento de puntos que no todos tienen precisión de entender de un mismo modo puesto que se habla siempre de sujetos a controversia.
REAL ORDEN DEL MINISTERIO DE FOMENTO3
Ministerio de Fomento
Ilmo. Sr. En vista del favorable informe emitido por la Real Academia de Medicina acerca de la obra de D. Félix Aramendía y Bolea, titulada Estudios Fundamentales de Patología Médica, y estando cumplidas las prescripciones del Real decreto de 12 de marzo de 1875 y 23 de junio 1876; S. M. la Reina Regente, en nombre de su Augusto Hijo, D. Alfonso XIII (Q.D.G) se ha dignado mandar que se adquieran con destino a Bibliotecas públicas 80 ejemplares de dicha obra al precio de 7 pesetas cada una y con cargo al cap. 6º, artículo 2º del presupuesto vigente.
De Real orden lo comunico a V.I. a los fines oportunos. Dios guarde a V.I. muchos años. Madrid 28 de junio de 1887.
NAVARRO Y RODRIGO
Sr. Director General de Instrucción pública
Informe que se cita en la Real Orden Anterior
Real Academia de Medicina.- Excmo. Sr.: Esta academia, en sesión de 23 del actual, ha aprobado el siguiente dictamen de Sección de Filosofía y Literatura médica.
“La obra titulada Estudios Fundamentales de Patología Médica, escrita por D. Félix Aramendía y Bolea, y remitida a esta Academia por la Dirección General de Instrucción Pública para que se informe acerca del mérito de la misma, es un ensayo de clasificación de las enfermedades humanas que revela en su autor claridad de criterio y profundas meditaciones.
Comienza tratando del origen de las ciencias, del método filosófico, del análisis y la síntesis y de la experimentación, pasando luego a ocuparse en generalidades sobre la vida, la enfermedad, la especie morbosa, las categorías nosotáxicas, y la clasificación, que es el objeto definitivo de la obra.
El buen orden con que, según se ve, están distribuidas las materias, predispone desde luego a favor de la doctrina que se consigna en este libro, y confirma luego semejante juicio la imparcialidad con que critica el autor las diversas teorías, sistemáticamente exclusivas, encerrándose en una prudente reserva respecto a las soluciones fundamentales que se han propuesto para todos los problemas filosóficos. Verdad es que al terminar su obra se inclina el autor decididamente a un determinado extremo, clasificando solo las enfermedades desde el punto de vista local, pero esto no impide que la misma doctrina expuesta en el libro pueda servir de correctivo a lo que de exagerado tenga la conclusión.
En suma, la obra del Sr. Aramendía tiene, según la Sección, un mérito indiscutible, y como por otra parte su carácter filosófico ha de limitar su circulación y venta al corto número de personas que por desgracia se dedican en España a estudios serios de generalidades científicas, de abstracciones no utilizables inmediatamente en la práctica, sería muy oportuno y justo que el Estado contribuyera de la mejor manera posible a indemnizar al Sr. Aramendía de las fatigas y gastos que ha debido ocasionarle su notable publicación”.
V. E. en vista de todo se servirá resolver lo que crea conveniente. Dios guarde a V. E muchos años.- Madrid 24 de junio de 1887.- Excmo. Sr.: El Presidente, Basilio San Martín.- Excmo. Sr. Director General de Instrucción Pública.
INFORME DEL CONSEJO DE INSTRUCCIÓN PÚBLICA4
Consejo de instrucción pública
Señores
Presidente accidental
Groizaro
Alonso Poveda
Nieto Serrano
Arnau
Arrieta
Rivera
Palou
Vallin
Santero
Cárdenas
Calvo
Herreros de Tejada
Uña
Galdo
Alan
Comas
Calleja
Merelo
Pisa
Nieto Pérez
Letamendi
Sánchez Román
Menéndez Pelayo
En vista de lo informado por la Sección 4ª, el Consejo en sesión de ayer y con asistencia de los Señores que al margen se expresan, ha emitido el siguiente Dictamen
Para los justos fines que las prescripciones vigentes con- sienten ha presentado a este Cuerpo el catedrático de la Facultad de Medicina Don Félix Aramendía una obra interesante que llama “Estudios fundamentales de la patología médica.”
Quizás, el autor conocedor del carácter que domina en la mayoría de publicaciones modernas sobre Patología médica, ha procurado evitar el contraste enojoso y la práctica perjudicial de narrar extensamente cada enfer- medad, acumulando datos o elementos de análisis y ofreciendo escasísíma muestra de consideraciones generales; puesto que entra en alto vuelo en la discusión de las más capitales y trascendentales cuestiones de la Patología.
Comienza con una ojeada retrospectiva sobre el origen y desarrollo de la ciencia, demostrando en un párrafo lleno de erudición y de buen sentido práctico, los inmensos adelantos realizados y dando la voz de alerta ante cierta monomanía de algunos hacia las especialidades, que, mal encaminadas, pueden acarrear funestos perjuicios al progreso, separando conceptos que se hallan naturalmente comprendidos en una unidad.
El capítulo siguiente lo consagra al estudio del método y a la experimentación de la Fisiología y Patología, realizando este estudio con fortuna y singular claridad.
Los trascendentales problemas contenidos en las palabras vida, salud y enfermedad se plantean atrevidamente y discuten con honda sagacidad, logrando así caminar gradualmente desde la noción de vida a la de salud y desde esta a la de enfermedad.
Después de ocuparse en una exposición y discusión metódica y concienzuda de las definiciones y fórmulas de la vida, haciendo la crítica desapasionada de las eternas luchas entre organicistas y vitalistas, entre fisiólogos y psicólogos, dedica todo un artículo a la enfermedad en general y plantea los términos de esta discusión profundamente positiva.
Otro capítulo está dedicado a la especie morbosa en general, precisando en primer lugar el tipo ideal a que deben referirse los estados páticos concretos, y a continuación se ocupa de los elementos morbosos, apreciando en este punto, con noble franqueza, lo más notable que ha sido escrito por autores nacionales y extranjeros de gran reputación.
No decae el interés de este libro en la crítica de la nomenclatura y, sobre todo, en el capítulo que trata de las bases a que debe sujetarse la determinación de las categorías nosotáxicas; antes por el contrario, numerosos párrafos demuestran el vigor intelectual y la independencia del autor.
Tratando de las enfermedades esenciales, las niega explicando con habilidad y tino este interesante punto de la Patología.
En toda su nosotaxia se plantea un criterio anátomico y localizador tan metódico y lógico que a menudo le separa del criterio de los más renombrados de nuestros patólogos modernos, sin que por esto le abandone la rectitud de juicio que siempre encaminó hacia la verdad científica.
En fin, la obra del Señor Aramendía, informada en un criterio eminentemente positivo, está escrita a conciencia, tiene rasgos originales que aumentan su brillo y se ameniza con estilo elegante, correcto y sobrio que anima a su lectura deleitando e instruyendo como si se tratara de obra de la bella literatura.
Cierto que si el Consejo hubiera de ajustar a riguroso criterio el juicio de la obra del Dr.Aramendía, en cuanto a la comprensión de ella, debería calificarla de excesiva, por cuanto las cuestiones fundamentales que en dicha se elucidan son de competencia de la Patología General, empero, ya por que son muchos los libros que bajo el nombre de esta última asignatura aluden a estas cuestiones, ya porque ese exceso de comprensión, si bien podrá afectar al libro del Dr. Aramendía en el orden disciplinario de Escuela, no le afecta en lo más mínimo como expansión y muestra de competencia y de entusiasmo científicos; el Consejo entiende que, para los efectos de este dictamen, no constituyen demérito sino ornamento las transgresiones de la obra del Dr. Aramendía.
Por tanto, el Consejo entiende que se consulte favorablemente la solicitud del distinguido catedrático Sr. Aramendía que ha enriquecido con su excelente publicación la bibliografía médica española.
Madrid 14 de Noviembre de 1884
El Presidente accidental
El Trco.
Mariano Condenera
1. “La Clínica” 364; 1884: 317-318.
2. Archivo de la Real Academia de Medicina.
3. “Gaceta de Madrid” 29 julio 1887 (210): 278.
4. Archivo General de la Administración. Sección de Universidades.